«El libro de Historia en el estante…

… siempre se está repitiendo». Venga, vale. Lo asumo. Todas mis teorías catastrofistas son inventadas. No estamos al borde de desaparecer como especie. Sólo estamos como cuando Franco, es decir, en 1974. El entrecomillado que da título a esta tontuna es el inicio de la letra de Waterloo, aquello que con tanta gracia cantaban los de Abba y que les valió para ganar un festival musical que había en la época y que se llamaba Eurovisión, que dejó de celebrarse y emitirse para todo el continente hará como unos diez años. Esa noticia, la de los suecos que ganaron en el concurso ese que nos enseñó a decir los nombres de los números en inglés (eit poins) y en francés (tuá puá) es uno de los temas que se incluyeron en la portada del diario ‘Ya’ un día, en un mes de abril de hace 37 años. Es la única noticia que no coincide con lo que ha podido ser la portada prácticamente igual a la de cualquier periódico de esta semana.

En el resto del contenido de aquel periódico de los que se hacían en papel llevaba que si Gadafí sí, que si Gadafi no y también hablaba de los límites de velocidad recién aprobados, daba consejos para ahorrar en energía, la crónica de un partido de baloncesto entre el Real Madrid y el Juventut, y analizaba los datos económicos de una economía en crisis por el tema del petróleo. Eso de que la Historia se repite y de que ella misma se encarga de mostrarnos sus errores para que no la sigamos prostituyendo son de esos tópicos historiográficos que siempre piden la vez para intervenir.

‘Insurresurrección’ y otras orgías

Hubo un día en el que El Cajero se suicidó. Lo de después fueron los bandazos de una muerte lenta, dolorosa y espásmica. Los imperativos académicos obligan ahora, sin embargo, a recobrar el último aliento de vida y resurgir de aquellas cenizas para darle vida oficial a Caja Digit@l de aquí al mes de mayo, aunque me pese. Me gustaba más la afición que la obligación. He de anunciar, por tanto, mi ‘insurresurrección’.

Resurrección por una parte, al volver a tratar de darle contenido a este blog con lo que pasa en el mundo en el que vivimos. E insurrección porque el ambiente global no es para menos. Que si Túnez, que si Egipto, que si Wikileaks… Pero también en Italia. La diferencia entre los países en los que no hay democracia y los que tienen algo parecido a un sistema político propiedad de todos (mis dudas tengo) es que en los primeros, los golpes de mano se dan en la calle y, en los segundos, en los juzgados, aunque mal y tarde.

          Balance político del mandato de Berlusconi al frente de su país. (Imagen: 02varvara)

Revoluciónate, que algo queda II

Egipto es un país de mezclas culturales. Una situación dada por el rollo aquel que se traían Marco Antonio y Cleopatra. De la mezcolanza de egipcios y romanos salió una nueva raza que iba a colonizar el mundo y que se ha quedado en nada. Además, como todo el mundo sabe, las pirámides las trajeron los marcianos en sus naves espaciales, habida cuenta de la relación extratérrida que tenían los señores estos de perilla y que escribían con dibujos inanimados con los seres de otro planeta. Tenían muchos dioses, como Amón-Ra (Ramón, en castellano). Se ve que de tanto mirar al cielo, han permanecido durante varios miles de años cegados por la luz del sol.

Al cabo del tiempo, un señor que se llamaba Jesucristo, un hippie de la época que de tanto fumar canutos se creyó el hijo de dios, llevó hasta aquellas tierras de palmeras y camellos una nueva religión, que convive desde entonces con la de los musulmanes, que es la misma que la cristiana, pero sin poder emborracharse. Una mezcolanza que, además de por la situación política, queda en contraste con un elemento más del puzzle: los guiris de pantalones estampados con flores y chancletas de cuero que se evaden con impertinencias de los nativos que acuden a ellos buscando una moneda para poder sacar adelante ese mismo día a los miembros de su familia. De Bisbal no voy a decir nada.

Y cómo son las cosas que ahora, cuando ya no hay ni un duro para comprar el pan, personas tan diferentes, enemigos irreconciliables, se dan la mano para aprovecharse del mercado global, comprarse gafas de sol y tratar de que sus rayos les dejen de cegar. Y echar al tirano. Uno más.