¡Ay! Que se me fusiona el núcleo…

La verdad es que me queda un sabor un tanto agridulce después de conocer que aquí se acaba todo. Nací en una calurosa tarde de julio de 1984 pero, cuando vi la luz del sol por primera vez, mi madre no estaba en casa. Era tan feo, que me lanzaron al aire y dijeron: si vuela es murciélago. Tuve una infancia normal y corriente. La adolescencia, algo descafeinada y esta etapa de transición a la adultez me supo a poco. Creí haber encontrado el amor de mi vida. Pero a la vez que yo, otro tío también pensó lo mismo de la misma tía. Ella dijo que de entre los dos se quedaría con el imbécil. Y por eso se marchó con el otro. En el curro, en sólo tres años, aprendí más de la vida que en toda mi experiencia vital junta. El caso es que parece que siempre uno está esperando a mañana para que llegue ese momento en el que decir: por fin soy feliz. Pero mañana no llegó y ahora ya sí que sí, el mundo se va al carajo.

Si él hubiera estado, todo acabaría en el bar de Moe. (Imagen: hoy.es)

Volvía yo de mis cosas y cuando encendí el ordenador al llegar a casa, me cagué encima. ‘Apocalipsis nuclear’, titulaba bien grande elmundo.es. Después de desfacer el entuerto y procurar no dejar rastro de los efectos del susto, llamé a mi madre para despedirme de ella. Y así, con todos y cada uno de los contactos de mi teléfono móvil. A los japoneses se les fusionan los núcleos. Así que, organización. Si va usted a desplazarse para ver por última vez a un ser querido, procure avisar antes, no vaya a ser que ese ser querido haya salido ya a verle a usted, y haga un pan como unas ostias. Porque no hay tiempo. Es el inicio de la era de la cucaracha y el momento en el que usted, querido lector, debe hacer balance de lo que ha hecho con su vida hasta el momento.

Dicen que estos simpáticos animales, las cucarachas, que tuvieron a bien organizar un congreso internacional en mi casa de alquiler al inicio del otoño y por ello hubo que fumigar, serían los únicos supervivientes en caso de holocausto nuclear (paradoja). Como experto en la materia que soy (en la nuclear), he decir que lo del tema de Fukushima es, y ahora ya sí de verdad, el fin del mundo para siempre. Nos hemos quedado sin la posibilidad de ver a Telecinco haciendo buena televisión, sin saludar a los marcianos esos que iban a venir a colonizarnos, sin ver a España recuperada de una crisis económica y, sobre todo, sin ver a ‘La Roja’ ganar un Mundial de fútbol. Así es la vida.

Ahora, con el tema de Japón, entra en debate la seguridad de las centrales nucleares. Claro. Fíjate. Lo de Fukushima ha pasado sin que detrás hubiera una causa de fuerza mayor. Como por ejemplo… no sé. ¿Un terremoto de 8,9 grados? Y es normal que ahora se genere la polémica de si la energía nuclear es segura o no. Porque que se den terremotos de tal magnitud es lo más normal del mundo. Ocurre varias veces al día. Quizá no estemos preparados para tanto tembleque… No obstante, la situación roza el pánico, según parece. Algunos periodistas de medios de comunicación occidentales en la zona, que trabajan en los alrededores de la central nuclear con una excesiva cautela, están remitiendo ya las primeras imágenes de algunos de los afectados. Japoneses de color verde con 26 ojos y tentáculos. Escalofriante.

Surgen ahora las dudas, el desconocimiento sobre los efectos de la radiación y parece que el único recurso es el de girar la cabeza y mirar hacia Chernobil. La cantidad de información que se está generando en estos días hace que para quienes llevan en la sangre la vena catastrofista, como un servidor, todo sea una fiesta continua. Pero quizá no todo lo que se esté diciendo sobre las supuestas y probables fusiones del núcleo en los reactores de la central sean ciertos. Eso sumado al alarmismo innecesario que algunos medios de comunicación están utilizando para llegar a algún fin, al que vamos a llamar X, porque yo no lo entiendo. Tanto es así, que en ruidoeléctrico, blog amigo de mi blog, su autor está realizando una recopilación de gazapos sobre la cuestión nuclear.

En el telón de fondo parece que ya uno ni se acuerda de estar al tanto sobre las consecuencias más directas del terremoto y de su consiguiente tsunami, es decir, las víctimas mortales. Ahora el problema es que, de nuevo, los políticos de ese país (que son tan malos como los de por aquí) andan jugando al ratón y al gato con aquello de ser sinceros con lo que está pasando de verdad. Quizá de ahí algunas invenciones de la prensa corriente y moliente. Eso y, claro, el hecho de que los japoneses no pueden llorar porque, según dicen, se les negativiza el cosmos. Pues pa ellos tienen ya con lo que tienen.

Y a Gadafi, ese señor que se viste con las cortinas de la casa de mi abuela, que con esto del terremoto está un tanto mosqueado porque ya no es la portada de ningún medio, parece ser que le está saliendo bien su particular risk. Un hijo suyo dice que la guerra civil (uy, que atrevido soy por decirlo) en Libia va a acabar en 48 horas. Ya se lo cuento yo en el próximo post. La ONU ha asegurado que juzgará al tirano. Pero en agosto, que es cuando cogen los funcionarios vacaciones. Y los USA, que amenazaron con intervenir y llevaron sus barcos hasta allí, debe ser que ya han desvelado que el movimiento de buques realmente era una excursión del Imserso por el Mediterráneo. 

Por lo demás, pues lo de siempre. Ruiz Mateos dice que le da un hotel a un proveedor para saldar su deuda, que asciende a la friolera de tres millones de euros, que en pesetas son 500 y en yenes algo menos. El cine español perdió cinco millones de espectadores, aunque 2011 acabará seguramente con cifras récord por aquello de Torrente y de Sinde. Además, ha fallecido otro nombre ilustre de las letras, Josefina Aldecoa. Y mientras tanto, los españoles de a pie tienen que seguir peleando con sus problemas de siempre. Y quienes los deben solucionar, a lo suyo.

Y lo de la Pastor… ¿cómo te quedas?