Diciembre de 2010. Se acaba el año. Los villancicos suenan solo en los supermercados como una estrategia para captar clientela y animar en las compras, aunque aún sigue habiendo ‘tipos duros’ a los que las luces, la nostalgia, los mazapanes y los regalos bajo el árbol de Navidad no son elementos que, precisamente, les ablanden el corazón. Sea como fuere, ese momento mágico del año en el que los termómetros muestran signos negativos, en los que se conjugan en televisión mensajes de solidaridad navideña con anuncios de juguetes y perfumes, es para hacer balance.
Todos, seguro, lo estamos haciendo o lo hemos hecho ya en lo personal como individuos de un mundo que no para de girar. Lejos se queda aquella noticia que sobrecogió al planeta, cuando en el mes de enero con el que se estrenó el todavía presente año, mostraba las consecuencias del terromoto que asoló Puerto Príncipe, la capital de Haití. Un país, que para su desgracia, sigue siendo noticia a finales del mismo periodo.